
La plaza de las Bernardas es uno de los rincones más bonitos de Alcalá: a la izquierda, la fachada del Museo Arqueológico Regional; al frente, el convento de las Bernardas; detrás, la plaza de Palacio: y a la izquierda, el lateral del Palacio Arzobispal. Ahí, escondida entre los jardines, está la estatua de una reina de Inglaterra. No se llama Elisabeth, ni Mary, ni Margareth. Es Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y nacida en Alcalá de Henares.
El 16 de diciembre de 1485, siete años antes de que Colón llegase a América y de la conquista de Granada, nació Catalina. La hija pequeña de Isabel y Fernando nació exactamente en el Palacio Arzobispal, donde está la estatua que recuerda su figura. Ella, como la corte de sus padres, cambió de residencia frecuentemente.
A finales del siglo XV, su padre confabulaba con otros países europeos para crear un frente diplomático “anti Francia”. Y los matrimonios de la época entre monarcas eran herramientas para sellar alianzas, no una fiesta de amor. Así, decidieron desposarla con el príncipe Arturo, hijo de Enrique VII, rey de Inglaterra. Catalina partió a Inglaterra desde el puerto de A Coruña en 1501 para convertirse en la futura reina inglesa.
Sin embargo, al poco tiempo de casarse con Arturo, el príncipe murió. Catalina permaneció en Inglaterra como garante del acuerdo con la corona de los Reyes Católicas. No estaba claro qué pasaría con ella: podía volver a España, podía casarse con Enrique VII cuando enviudó, podía casarse con su otros hijo, Enrique VIII… Al final se acabó imponiendo esa opción, ocho años después de que muriese Arturo. Entonces, Enrique VIII tenía 18 años y Catalina de Aragón, 24.

Al principio todo parecía ir sobre ruedas: tuvieron un hijo y el rey inglés escuchaba la opinión de Catalina. Esa confianza se fue desgastando poco a poco, después de que muriese el niño. El machismo de la época imponía a Catalina la obligación de proveer un nuevo heredero, algo que nunca sucedió. Tuvieron otra hija, María, pero esto no satisfizo a Enrique VIII.
Cuando Catalina tenía 40 años, Enrique VIII se enamoró de Ana Bolena, una dama de la corte. Tenía tantas ganas de divorciarse de Catalina que, cuando el Papa de Roma le negó el permiso para la separación, escindió a Inglaterra de la iglesia católica. Así nació la iglesia anglicana, por el deseo del rey inglés de divorciarse de una complutense a principios del siglo XVI.
Con el pueblo inglés de su parte en este culebrón, murió en su encierro de Kimbolton, el 7 de enero de 1536, cuando tenía 50 años.