Los niños crecen casi sin darnos cuenta y sus pies también lo hacen. Los expertos coinciden en que los pies de los más peques crecen una media de 7 y 8 milímetros cada tres meses (3 centímetros al año). Por eso, para favorecer su crecimiento, es necesario mudar su calzado a medida que su pie va aumentando de tamaño ya que tiene una repercusión directa en el desarrollo de este, además de en las rodillas y la columna. “Unos pies que han nacido sanos pueden estropearse por unos malos zapatos.”, explican en la revista Mi pediatra. Y si el zapato le aprieta, encoge los dedos de los pies y corre el riesgo de deformarse.
En este artículo compartimos las 5 claves para elegir el mejor calzado para niños y niñas según las opiniones de diferentes pediatras, expertos en calzado infantil y medios especializados.

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Lo primero a lo que apuntan los expertos es que, independientemente de la edad del niño, los zapatos que usen tienen que ser ligeros, flexibles, sujetar bien su piel y resultar cómodos desde que se lo ponen por primera vez. “Para los niños que empiezan a caminar de forma natural, un calzado ergonómico que les proteja pero que no limite sus movimientos porque es clave su correcto desarrollo psicomotriz.”, comenta uno de los responsables de la marca Pablosky en la revista Bebés y más.
A medida que va creciendo, va tomando importancia la flexibilidad del zapato y la adaptabilidad integral del mismo, sobre todo cuando está comenzando a dar sus primeros pasos. Lo ideal, según los expertos, es que tengan la sensación de “pies descalzos”. Ya cuando el niño ande e incluso corra, el calzado tendrá que contar con refuerzos laterales y, en esta etapa, los tobillos tendrán que permanecer libres para favorecer la flexión global del pie.
2. Material transpirable y antideslizable
En cuanto a los materiales, tendrán que ser resistentes y transpirables, permitiendo que la humedad se elimine, así que los zapatos de plásticos no son una buena idea porque además de retener la humedad, son mucho menos flexibles, más tóxicos y pueden hacerles daño. Los especialistas coinciden en que lo mejor es que el zapato sea de piel. “Lo ideal es que sea de materiales transpirables para evitar infecciones por hongos propiciadas por la humedad en zapatos de mala calidad que no permiten transpirar el sudor. Así que si son de piel, mejor.”, considera la pediatra Lucía Galán en su blog.
Además, existe unanimidad en que deben ser materiales blandos en la zona del empeine y de la suela, garantizando así la máxima flexibilidad sin perder el agarre. Y tendrá que ser antideslizante para evitar caídas, por lo que la suela es mejor que sea de goma. Un zapato de piel con suela de goma conseguirá aislar al pie del frío y la horma se ajustará con mayor facilidad, aportando seguridad al andar y correr.
Héctor Bermejo Ascorbe, Director de marketing y publicidad de Gorila, destaca en Bebés y más: “Debemos tener en cuenta la calidad de los materiales internos del zapato, que sean transpirables, de rápido secado y que no perjudique en ningún momento el crecimiento del pie del niño”.
Además, los profesionales de Geox recomiendan prestar atención a los accesorios metálicos y apuntan que no deben ser de níquel ni cromo puesto que podría provocar reacciones al contacto con la piel. Así lo explican en la sección “niños” de la revista Telva.

3. Forma amplia, ergonómica y estable
Otro aspecto a tener en cuenta es la amplitud y la estabilidad del calzado. Tendremos que buscar unos que no queden ni muy holgados ni muy apretados y que sean estables para que el niño se sienta seguro al andar o correr.
“Los zapatos deben ser ergonómicos, es decir, que se adapten al pie de cada persona. En el caso de los más pequeños, además, buscaremos modelos que les sujeten firmemente el talón (hasta los maléolos del tobillo para facilitar movimientos), que tengan una puntera ancha (no opresiva) y que se ajusten fácilmente (si calzar a tu hijo cada mañana es una odisea, esos no son sus zapatos).”, se explica en Telva.
4. Tamaño y talla adecuados
Para elegir la talla habrá que tener en cuenta la medida del pie del niño. «Hay que poner un folio en el suelo, hacer pisar al niño con el pie descalzo, poniéndose de puntillas y luego bajando. Se marca con un lápiz en la punta de los dedos (en el dedo más largo que puede ser el gordo o el segundo) y en el talón. Se mide con una regla.”, explican desde el Colegio Oficial de Colegios de Podólogos de España. Este proceso se repite en el otro pie ya que los dos no suelen ser simétricos. Los mismos afirman que al resultado del pie mayor será necesario sumarle 1 centímetro y obtendremos la talla. Además, para probarse el calzado en la zapatería el niño tendrá que hacerlo con los calcetines puestos para garantizar que hay margen para que el zapato no apriete si lo lleva con calcetines.
Coinciden también los expertos en que los zapatos, aunque estén en perfectas condiciones, no se heredan entre hermanos. “Al utilizar el zapato de un hermano mayor, esta «deformación» previa que ha sufrido el calzado puede afectar a la forma de andar del niño e incluso llegar a causarle problemas de desarrollo.”, comentan en Telva.

5. Un zapato para cada ocasión
Para terminar, además de las cuatro claves anteriores, lo ideal es que el zapato sea diferente según la ocasión. El niño no necesitará el mismo calzado si va al parque, a jugar al fútbol o simplemente estar en casa. Los expertos concluyen que los pies de los más peques necesitan estar libres el mayor rato posible, por lo que pasadas unas horas, es recomendable que se quede descalzo. Una buena idea es elegir un calcetín antideslizante para jugar en casa, así evitará resbalarse y no tendrá que llevar puestos los zapatos.